La invasión de los ovoides

Título: La Invasión de los ovoides.

Autor: Russ Winterbotham (Kansas 01/Agosto/1904 – 09/Junio/1971)
Editorial: Toray Colección Espacio

    Charles Francis Darling (¡vaya nombre musical!) dirige un equipo que ha puesto a volar el cohete XDW-49. El relato es escrito en primera persona por un miembro de equipo: Bob Reeve. La novela es de 1958; el desarrollo de la aeronáutica descrito en la novela se asemeja a la “actualidad” que lideraba Wernher von Braun en la carrera espacial.

    La historia relata como fue el primer vuelo orbital de Jack Fayrbun. Winterbotham se adelanta tres años a la hazaña rusa del 12 de abril de 1961 cuando Yuri Gagarin se convierte en el primer hombre en el espacio exterior (cabe recordar que 23 días después EEUU intenta lo mismo para recién lograrlo casi un año después con el, hoy nonagenario, capitán John Glenn).

La invasión de los ovoides
    El vuelo de Fayrbun conoce ciertos incidentes, luego logra descubrirse que de algún modo chocó con dos formas ovoides. Hasta ahí de huevos; parece más acertado el título en Ingles (Huevos del espacio) que el de la traducción (La invasión de los ovoides) ya que la palabra invasión sugiere algo que llega y, además, en cantidad numerosa o al menos mayor a dos.

    La traducción de la novela se queda en el camino por ejemplo en pág 17 se traduce “¿En qué infierno me encuentro?” Resultando burda traducción literal de una frase que tiene otro sentido y otra fuerza. O también “El “sheriff” se hallaba en tensión como un cable de acero”(?)

    Dos temas agobian al lector. El primero son las reacciones de preadolescentes enamorados o presumidos de los protagonistas, si RW intentaba proporcionarles profundidad psicológica a sus personajes sólo logra descubrirlos como estereotipos superficiales. En el equipo hay muchos hombres, pero sólo dos mujeres; quien conoce algo de la cría hogareña de pollos conoce la frase no coloques a dos gallos en un gallinero, bueno… la novela se queda por ahí en una triste bravuconada de gallitos. El segundo tema: la acción y la novela se congelan por momentos en una situación que debe resolverse en una azotea, pero RW se queda por lo bajo; en página 132 se propone una solución infantil a un conflicto que nada tiene que ver con lo que ofrecen…

     El equipo del cohete XDW-49 busca descubrir el origen de los ovoides y los efectos que produce su presencia entre los humanos. Todo parecen incógnitas salvo para un miembro del equipo el dr. Maynard: “Durante muchos años he estado ocupado en descifrar algo que ocurrió hace tiempo, mucho tiempo, y que no había vuelto a suceder de nuevo. Tengo verdadero miedo de que ello este ocurriendo otra vez.
-¿Y que es ello doctor?”
Maynard me miró como si tuviese recelo de hablar en voz alta.
-Es un asunto que puede proporcionar a una persona graves perturbaciones si se habla de ello.
-Puede confiar en nosotros-le dije.
-No se trata de tener confianza-respondió Maynard- … espero que no esté sucediendo, porque significaría una tremenda perturbación. La mayor que nadie haya podido sufrir jamás.”
    Después Maynard se queda calladito, cada tanto pega el grito de que sabe todo, nadie le pregunta nada, si le preguntan mira hacia occidente y elude como puede. Más adelante en otro momento expresa: …llevo enfrentado con este problema muchos años. Mi psicología es diferente… ¡Claro que sí!, doctor Maynard, si queda a la vista.

    En página 110 un personaje lee El monstruo de Moxon de Ambrosie Bierce “No hay nada que esté muerto, ni hay materia inerte; todo está vivo, todo funciona con energía, actual y potencial. Todo es sensible a las mismas fuerzas que rodean su medio y son susceptibles del contagio de otras más elevadas y sutiles, que residen en tales organismos superiores y que son llevadas a su contacto y relación inmediata, como aquellas del hombre que el confina en un instrumento de su voluntad”.

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